Si
tu empresa monitoriza (o tiene previsto hacerlo) sus objetivos
estratégicos corporativos a través de un Cuadro de Mando Integral
(CMI), debes conocer la importancia de la reorientación de objetivos
y adaptación a los cambios en el mercado. Con el CMI integramos los
objetivos de todos nuestros empleados con los objetivos de la
empresa, alineamos intereses entre trabajadores, inversores y
clientes mientras hacemos un seguimiento cuantitativo de variables o
indicadores que marcarán la línea empresarial tanto a corto como a
largo plazo.
Para
todo ello es esencial conocer quiénes somos o hacia dónde vamos. Y
no hablo exclusivamente de una reflexión directiva, traspasemos este
sencillo y valioso ejercicio a todos nuestros empleados y niveles
jerárquicos para hacer una valoración 360º interna de lo que
realmente está transmitiendo nuestra empresa, ya sea una gran
organización o incluso una pyme.
“A
menudo no somos totalmente conscientes de cómo nos vemos o
percibimos nosotros mismos, o incluso qué nos estamos negando o
ignorando. ¿Cómo entonces íbamos a entender cómo lo hacen
nuestros clientes potenciales?”
Una
vez hemos comprendido nuestra naturaleza interna es momento de
abordar el salto al exterior. Es en ese momento en que decidimos
nuestro camino y los valores con los que nos daremos a conocer al
mundo.
¿Y
qué tienen que ver los valores con nuestra estrategia corporativa?
En
primer lugar, debemos entender nuestra misión y nuestra visión, y
definirlas con la mayor concreción posible. Estamos cansados de leer
apartados en webs corporativas con rimbombantes, inalterables y
desactualizados apartados de “quiénes somos” que a menudo
aportan información acerca de la misión y la visión de la empresa.
Estas dos palabras encierran toda una compleja estrategia corporativa
en realidad, describiendo nuestro presente y futuro deseado. En
realidad, el 99% de estas secciones web nos están mintiendo, pues
para ser veraces deberían ser readaptadas periódicamente, cuanto
menos anualmente, y evidentemente no lo hacen. Así pues, una
representación presente de la empresa desactualizada nos arrastra
hacia una interpretación errónea de nuestros trabajadores, partners
o clientes potenciales que acceden a nosotros por primera vez.
·
Misión. Debe
hacer referencia a nuestra realidad, a lo que aportamos a nuestros
clientes y colaboradores en el día a día. No hablamos de percepción
sino de realidad.
·
Visión: Hacia
dónde queremos ir (que no hacia dónde vamos). Una proyección en un
futuro cercano y realista en cuanto a la consecución de objetivos
estratégicos y de crecimiento corporativo en todos los ámbitos.
Evidentemente,
estos apartados se amoldan regularmente en base a nuestros logros y
avances, pero también respecto a la competencia o la coyuntura
económica global o de los mercados en que actuamos.
Todo
ello debe estar implementado y valorado correctamente en nuestro
Cuadro
de Mando Integral (CMI) para poder identificar desviaciones o
variaciones en tiempo real y corregirlas a medida que son detectadas.
En un ejemplo simple y directo, si nuestra misión establece un
tiempo de entrega de nuestros productos de 48h y nuestra media de
entrega supera este valor, debemos acceder rápidamente al
responsable asignado de dicho objetivo y cuestionarnos su trabajo o
bien la idoneidad de los plazos de entrega. Cada pequeña decisión
irá moldeando la consecución de nuestros objetivos a través del
CMI, y con ello la aplicación de la estrategia global de la empresa.
¿Y
los valores?
Los
valores corporativos son una parte más estática y visionaria de lo
que tu empresa aporta a sus círculos de acción, tanto a nivel de
proveedores como de clientes. Sostenibilidad, seriedad, atención,
personalización, determinación, responsabilidad, empatía,
proximidad… Muchos adjetivos pueden definir el aura que desprende
nuestra empresa, y de nuevo este intangible puede no estar
correctamente incorporado a nuestra previsión estratégica.
Si
nuestro CMI traducirá todos los objetivos corporativos en
indicadores cuantificables para su seguimiento,
“¿Cómo
podríamos entonces responder ante nuestros valores identitarios si
no tenemos forma de interpretar su aplicación?”
Nuevamente, empezando por nosotros mismos. Veamos con
qué valores nos relacionan nuestros propios empleados, directivos,
mandos intermedios, empleados, trabajadores en prácticas… todos
ellos deberían estar invitados a la reflexión y el feedback
interno. Con ello construiremos una visión mucho más rica y
fidedigna de nuestra realidad, pasando entonces al análisis externo
y preguntando a clientes y proveedores acerca de ello.
A
buen seguro descubriremos muchas curiosidades que pasarán a formar
parte de nuestra matriz DAFO, actualizándola y completándola, y
traspasando estos resultados a unos indicadores medibles de
consecución de nuestros valores corporativos de los que tanto nos
gustaría enorgullecernos.